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Foto del escritorUn Toque de Cosplay

¿A cuánto va el kilo de alma?

Un conocido de Un Toque de Cosplay empezó hace mucho tiempo a escribir una novela. Una historia de amor juvenil, en entorno de instituto, como en muchos animes japoneses. El caso, es que esta misma noche, buscando unos archivos, he encontrado su fichero con los dos primeros capítulos de dicha novela. Los dos y únicos capítulos que escribió. Le he escrito por WhatsApp, y le he comentado que había encontrado lo que escribió de su novela A Cuanto va el Kilo de Alma.


Le he comentado también que se me había ocurrido algo. Le he dicho... "Mira, a mi lo que escribiste en su día, me gusta mucho. Me recuerda además bastante a los animes de adolescentes estudiantes enamorados (jajaja)". Y le he preguntado si podía compartir con los seguidores de Un Toque de Cosplay, esa novela... La respuesta ha sido que SI.


Así que, os pongo aquí el primer capítulo de dicha novela, de dicha historia, esperando que os guste tanto como a mi... Por cierto, el autor, lo único que me ha pedido para poder publicarla, es que quería saber la opinión del lector sobre este relato, para así saber si se motivaba para continuar escribiendo esta novela, así que, si leeis esto, por favor, dadnos vuestra opinión, por aquí o por redes.... Gracias.


Sin más dilación, os dejo ya con el primer capítulo de la novela A Cuanto va el Kilo de Alma:




1

Black Rose



Son las siete y media de la mañana y sigue lloviendo. Al parecer, el día se prepara para ser uno de esos días tristes, que a nadie gusta. ¿A nadie? Cada día somos más los que amamos los días de lluvia. Días negros, días sin vida. La gente camina más rápido, pensando que así se mojarán menos. El sol, tiene restringida su entrada a las capas bajas de la atmósfera, por lo que no lo veremos en un largo espacio de tiempo. El olor a humedad se hace presente, y sobre todo, ese olor a tierra mojada advierte que seguirá lloviendo, al menos durante todo el día.


Días sin color. Es lo que ahora mismo más necesito. Después de lo de la semana pasada, anhelo esos días negros y nublados, que aportan a mi vida un toque de cinismo, el necesario para soportar lo que me ocurrió la semana pasada. Hoy es una de esos días, por lo que al menos pasará mejor la angustia acumulada desde el sábado por la noche. Continúa lloviendo.


Me preparo para ir un día mas a mi instituto, el Felipe II. Tiene gracia, Felipe II. Algo de tanta lealtad patriótica, y en aquel instituto se violan más del 80% de los artículos del código penal. Lamentable. Está en las afueras de la ciudad. Otro motivo para que se encuentre alejado de todo lo que caracteriza de “legal”. Ni siquiera viene la policía cuando se oye un intento de robo, o un abuso a un menor, o una pelea de “señoritas”. La ley de la jungla.


Pero aun así, hasta el Felipe II se ve más hermoso en un día gris de lluvia constante, como era precisamente este día. No se ven los grupitos de adolescentes en la puerta, rondando a la novia predilecta de todo el grupo, ni a aquellos que creen que se ocultan para poder fumar sus cigarrillos condimentados. De hecho, no existen vestigios de vida en muchos metros a la redonda del Felipe II cuando llueve. Me gusta.


Pero, ¿por donde iba? Ah... si. Me estaba preparando para ir al Instituto. La mochila, las zapatillas, los pantalones rajados, mi gorra de la suerte... Oh no... Mierda! Mis deberes. Sabía que anoche, en lugar de taladrar mi cabeza con lo ocurrido el sábado, tenía que hacer algo. Y me acabo de acordar ahora lo que era: los jodidos deberes. En fin. Una vez más no pasa nada. De hecho, creo que este mes es la quinta o sexta vez que olvido hacer los deberes. Me imagino que a mi profesor le preocupa lo mismo el que yo haga o no los deberes; que a mi el hecho de que los moluscos brasileños se apareen dos veces al año.


Yo no vivía muy lejos del Felipe II, por lo que no necesitaba de ningún medio de transporte para ir allí. No obstante, echaba de menos el poder fardar con los colegas, llegando al insti en mi moto, como hacen la mayoría de ellos. Me daba igual. El día era gris y triste, oscuro y apagado. Continuaba lloviendo. Llegué al instituto en un santiamén. Las siete y cincuenta y cinco. Prueba superada, al menos, no he llegado tarde. Pero vaya... empezamos bien el día:


Nota Informativa:

Atención alumnos del Ciclo de Enfermería

Hoy la profesora Sonia Sánchez no puede asistir a clase por motivos de salud.

Rogamos disculpen las molestias.


Gracias


La Dirección


Joder con la dirección... y joder con la “señorita” Sonia Sánchez. Hemos madrugado para nada. Las dos primeras horas de clase de hoy, eran con ella. Vaya tela... ahora no tendremos clase hasta las 10:00 de la mañana... hora, por cierto, hasta la que nos hubiéramos quedado durmiendo, de haber sabido que la sita Sánchez estaba malita. Pues nada... tendremos que irnos a la cantina, ¿no? La cantina es nuestro santuario particular. Es otro lugar ajeno al tiempo, espacio, etc... Es una pausa en cada una de nuestras vidas. Era una cantina de estilo antiguo, pero muy acogedora. Además, en días como hoy, la calefacción la hacía todavía más hogareña. Todos entrábamos empapados. De momento, no había llegado nadie de mi círculo de confianza, aunque si de mi clase. Obviamente, necesitaba a mi círculo de confianza en aquel momento, ya que el sábado pasado estaba empezando a llamar a la puerta... joder... otra vez no, por favor!



Menos mal. Veo venir a Joaquin, o Joaqui como a él le gustaba que lo llamasen. Joaqui era un crack. Todo el santo día delante del ordenador (o de la xbox en su defecto), intentando planear algo para salvar el mundo. Eso si... siempre bajo el entorno Linux. A Joaquí sólo había una manera (conocida hasta ahora) de poder cabrearlo: comentarle que el Microsoft de Billa Gates algún día dominará a las libres distribuciones de Linux. Si, Joaqui era un friky, pero era MI friky. Y por supuesto un gran amigo mío. Con sus andares de mario bross se acercó a la mesa donde me encontraba, y se sentó a mi vera. Olor a Aqua di Gio. Si, efectivamente Joaquí estaba a mi lado. Fuerte palmada en mi espalda; ahora sin dudas Joaquí estaba allí:


-¿Que pasa tronco?


Largo silencio. Grillos imaginarios sonando de fondo. No hay respuesta...


-Vaya... joder Javi... veo que sigues muy jodido por lo del sábado... ¿no?


Largo silencio. Grillos imaginarios sonando de fondo. No hay respuesta... Joaqui insiste...


-Pues nada... si quieres me puedo ir por ahí a dar una vueltica (palabra inventada por Joaqui), o puedo sacar la PSP, sumergirme en mi burbuja, y pasar de todo...


-Perdona Joaqui- le corté- … la verdad es que no estoy muy allá. Pero si; tienes razón. Es por el sábado. Sigue comiéndome por dentro, como un ácido. Y no se cuanto tiempo continuará así. Estoy jodido Joaqui, estoy muy jodido...


Conozco las caras de Joaqui. Aquella era una de esas caras que cualquiera de los friki-personajes que salen en las pelis que él ve, hubiera puesto de la misma forma. Una cara de “vamos hombre, no me jodas”, o una cara de “ya te dije yo que esto, o lo otro...” Y entonces, Joaquí habló...


-Vamos hombre, ¡no me jodas! Ya te dije yo que esa pájara te iba a putear... Y nadie, nadie hizo caso al pobre Joaqui...


Aquella pájara me había puteado. Aquella pájara me había robado todo lo que tenía, que no era mucho, pero se lo había llevado. Yo empecé a sospechar muchas cosas. Sabía que lo trágico se acercaba, pero no sabía que iba a ser tan pronto... y mucho menos el sábado pasado, el sábado de mi cumpleaños. Menudo regalo. Menuda golfa. Aquella golfa, me había puteado. Joaqui me miraba fijamente, solamente una reacción: Largo silencio, grillos imaginarios sonando de fondo, no hay respuesta...


-Javi, no se acaba el mundo por una tía, joder. Tu lo sabes...


Claro que lo sabía. De hecho, había oído aquella frase de que no se acaba el mundo por una tía, pues unas... ¿100 veces desde el sábado pasado? No se acaba el mundo, pero si una vida alegre... No quiero más alegría. Quiero días grises. Quiero días como el de hoy. Gris pálido, truenos retumbando, la lluvia apretando, y todos en nuestra cantina, deseando que no pasaran nunca las dos horas que Sonia Sánchez nos había regalado con su enfermedad.



Pero fue entonces cuando no olvidaré jamás a la señorita Sonia Sánchez, y sobre todo a su alteración corporal que le impidió ese preciso día gris ir a dar clase, ya que, si no hubiera sido por aquella ausencia, quizás ese día no hubiese ido nunca a la cantina, o al menos no hubiera estado en el preciso instante en el que ella entró. Pelo negro mojado por la lluvia, un impermeable muy moderno y a la vez retro que la hacía sofisticada y muy interesante... Una sonrisa escondida detrás de una tímida mirada, y lo mejor de todo, unos ojos que decían “quiero conocerte” y a la vez “deja de mirarme de una vez”... Mojada hasta los topes, incluso hasta los tobillos. Bueno, hasta los tobillos no, porque llevaba unas botas de agua, de esas que se han puesto ahora tan de moda. Unas botas de goma, muy modernas, de un color blanquecino, y con un bonito dibujo en la cara de la caña que da al exterior de cada bota: una rosa negra preciosa con un rótulo en el que se leía “Black Rose”.


¿Rosa negra? Que curioso que precisamente aquel día gris y apagado, hubiese recordado una vez más a la pájara que el sábado me puteo, en mi propio cumpleaños, dejándome el corazón roto en mil pedazos, y el alma deshecha. Aquel día en el que nada ni nadie podría hacerme imaginar que la vida aun podía sonreír. Aquel día en el que conocí a mi Rosa Negra.



-¿Estás bien, Javi? ¡Vuelve, vuelve con nosotros!- dijo Joaqui.


Una pausa, y después giro la cabeza para mirarlo y decirle.


-Joaquí... ¿recuerdas cual es mi flor favorita?


Mirada rara, y elevación de una de sus cejas...


-La rosa, ¿porque?- respondió Joaqui por puro compromiso.


¿Y mi color favorito? ¿Sabes cual es mi color favorito?- insistí interrogando a mi amigo Joaqui.


-¿Estás de coña? ¡¡Eres el caballero de lo oscuro!! ¡¡El hombre sin alma!!... Joder, el negro Javi... tu color favorito es el negro... ¿Se puede saber porque me haces esas preguntas?


Me mira. Lo miro. Sonrío. Largo silencio. Grillos imaginarios sonando de fondo. No hay respuesta...

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